En los recuerdos de Alfredo Matheus, se tejen episodios fascinantes de Valera. Tras la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez, el relato narra cómo algunos valeranos decidieron llevar las patrullas de la Seguridad Nacional hasta el extremo de la Av. 10, lanzándoles por una peña hacia la quebrada de Escuque. Curiosamente, poco después, la ciudad protestaba por la ausencia de patrullas.
Hace seis décadas y media, el célebre circo «Razory» aterrizó en Valera. Los jóvenes, ávidos de ver el espectáculo, se las ingeniaban para colarse, dada la dificultad de costear los 5 bolívares de entrada, una suma cuantiosa en aquella época. El administrador del circo lanzó un reto: «Quien traiga un burro recibirá 10 bolívares y tendrá entrada libre al circo durante una semana».
Es así como los hermanos González se dirigieron al «terminal de burros» ubicado donde ahora se encuentra el Banco Venezuela, en la plaza Bolívar. Escogieron al asno más «papeado», burlaron la seguridad del establo y se presentaron con el animal ante el empresario italiano. Durante toda una semana, los leones del circo se alimentaron de burro trujillano y quedaron satisfechos.
El relato nos traslada a un chofer de la Línea 48, quien manejaba una buseta y se jactaba de sus conquistas amorosas. Sin embargo, su recorrido cotidiano se veía interrumpido cuando algún bromista le gritaba «Cara e’ cotiza». El chofer, en un ataque de rabia, dejaba el vehículo en medio de la calle y se abalanzaba sobre el provocador. Más tarde, visiblemente afectado, regresaba para disculparse con los pasajeros.
En La Puerta, un maracucho prosperó en el mundo del comercio con establecimientos como «El pastelito de oro», «La empanada de oro» y «Los tequeños de oro». Sin embargo, este emprendedor se caracterizaba por su robusta figura y sus prominentes «nalgotas». Los habitantes del lugar, con astucia popular, comenzaron a llamarlo «Nalgas de oro». Aunque al maracucho el apodo le causaba taquicardias y arrebatos de ira, los lugareños aprendieron a resaltar su sobrenombre desde una prudente distancia.
En una ocasión, durante una misa dominical, el sacerdote instó a la feligresía a respetar los valores humanos y a evitar el uso de sobrenombres ofensivos. A partir de entonces, quedó prohibido referirse al comerciante como «Nalgas de oro».
Fuente: Diario de Los Andes